jueves, 28 de junio de 2012

DISYUNTIVA SOBRE LA CONDICION HUMANA


Desde cualquier perspectiva posible, el ser humano como un elemento coartado a su entorno social se enfrenta a un conjunto de disyuntivas que van condicionando sus decisiones presentes y futuras. Como dirían los economistas, nos enfrentamos a una restricción presupuestaria que nos obliga constantemente a replantearnos nuestros intereses y objetivos, y vivir condicionados al recurso más valioso que tenemos: nuestro tiempo. En un contexto donde el futuro es una apuesta que conlleva sus respectivos riesgos y el presente es lo único que podría llamarse “tangible” para la condición humana, es claro que la teoría económica podría estar en lo cierto al plantear la existencia de un conjunto de preferencias convexas que permiten encontrar un punto “óptimo” formado por una cesta que incluiría una mezcla de ambas realidades: el presente y el futuro. 

Desde esta perspectiva, pareciera “más racional” tomar decisiones que involucren una mezcla de ambos escenarios (presente y futuro); que vivir limitados a una sola de estas dos opciones (no parece sensato poner todos los huevos en la misma “cesta”). Sin embargo, este escenario que parece bastante razonable, es una cuestión dinámica que se va transformando todos los días y que se ve fuertemente influenciada por las circunstancias particulares de cada ser humano en lo que respecta a su entorno social, familiar y económico. De la misma forma, nuestras decisiones en cuanto a la distribución de nuestro tiempo, están influenciadas por aspectos mucho más sombríos dentro del contexto de las ciencias económicas, como son las emociones, los deseos, la ideología y la personalidad; y es aquí, donde “visiblemente”, empieza a oscurecerse el proceso que conforma la toma de decisiones y se vuelve más perversa la realidad en la que vivimos.

Ahora, me pregunto: ¿Somos realmente nosotros los que escogemos cuanto deseamos invertir entre presente y futuro o solo tenemos un control parcial sobre este dilema? ¿Nuestras preferencias temporales son convexas por una cuestión en la que somos capaces de influir o por un condicionamiento total de nuestra sociedad? Sin querer dar una única respuesta a esta complejas y un poco sombrías preguntas, la convexidad de nuestros preferencias dentro de nuestras cabezas (que es el único lugar donde me parece más o menos razonable la existencia nuestro modelos económicos) se debe en gran medida a que vivimos condicionados a un ciclo de vida impuesto por nuestra estructura económica que a diario nos recuerda el coste de oportunidad (o más bien, los castigos o sanciones) sobre la forma en que decidimos invertir nuestro tiempo. Si bien, como señala la teoría, el coste de oportunidad se ve reflejado en la “pendiente” de nuestra restricción presupuestaria y no en nuestras preferencias, este coste claramente condiciona la forma geométrica que tomaran nuestras curvas de indiferencia, principalmente si vivimos en una sociedad que constantemente nos pone de manifiesto los peligros de despilfarrar nuestro “valioso” tiempo.

Así, lo que parece un sencillo ejercicio matemático de optimización, empieza a generarme una serie de preguntas: ¿Conocemos realmente nuestra restricción presupuestaria temporal? Además, considerando nuestros estados de ánimo, deseos y emociones, ¿Serán nuestras curvas de indiferencia a corto plazo siempre convexas o tendremos días donde serán lineales, cóncavas, indefinidas o en forma de “L”…? ¿Podemos realmente valorar el coste de oportunidad de nuestras decisiones inter-temporales (con lo cual no me estoy refiriendo propiamente a una tasa de interés, ni nada por el estilo)? ¿Cuántas veces hemos sacrificado nuestro tiempo presente por futuro? ¿Estamos conformes con la forma en que está distribuido nuestro tiempo?

De esta forma, sin querer dar respuesta a este batallón de preguntas, solo quería reflexionar sobre lo siguiente: dado que existe algún grado de determinismo que ha sido impuesto como resultado de vivir en sociedad, pareciera que la disyuntiva, sobre las decisiones asociadas a la distribución de nuestro tiempo, queda de alguna forma “resuelta” sin que nos sentemos a reflexionar sobre cómo la estructura social y económica está realmente disponiendo del recurso más valioso con el que contamos, y por mucho, nuestro recurso más escaso.

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